A lo largo de todos mis años como misionero, me he encontrado en diversos lugares, en distintas latitudes, con personas que dicen creer en Jesús o creer en Dios, a su manera. Me dicen: yo sí creo en Dios, pero a mi manera.
Ese “pero”, es el problema, sobre el que quisiera desarrollar esta reflexión. La cuestión que debemos analizar: ¿es válido decir que uno puede creer en Dios o en Jesús, a su manera? Decir y pensar eso, es igual a hacerme un dios a mi manera, a mi gusto, a mi conveniencia. Hacerme un dios que se ajuste a las categorías filosóficas de mi estilo de vida.
Y la razón del porqué algunos dicen y piensan así, porque creer en Dios, creer en Jesús, el acto de creer; tiene implicancias directas en nuestra manera de vivir, afecta directamente nuestro estilo de vida. Y algunos, por no querer vivir conforme aquello que dicen creer, prefieren relativizar la fe y se hacen un dios a su medida, a su antojo, que se sujete a su conveniencia y estilo de vida, para que así su conciencia no se lo recrimine y seguir sus actos impunes. Por eso dice el Espíritu a través del apóstol: «Profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena ». Tito 1,16.
Hay gente que dice que creer en Dios, pero ¿en que Dios creen? Hay dos tipos de religiones, las Reveladas y las naturales. Ahora, son tres las religiones Reveladas que tenemos al mismo padre en su origen, Abraham: el Judaísmo, el Islam y el Cristianismo (católicos y protestantes). Ahora hay muchísimas religiones naturales: Hinduismo, Budismo, Bahaísmo, Jainismo, Sintoísmo, Panteísmo, Rastafari, Wicca, etc. Algunas de ellas monoteístas y otras politeístas. Cada una de estas religiones tiene una conceptualización de Dios. Por eso la pregunta: ¿en qué Dios creen?
El apóstol San Pablo, en su discurso en el areópago, dirá lo: El creado, de un solo siguiente principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: “Porque somos también de su linaje. ”Hechos 17,26-28.
Esto que dice el apóstol es muy importante, porque conocedor de la realidad del hombre, sabiendo que el hombre es religioso por naturaleza, el apóstol se presenta en el areópago para hablar de ese dios a quien no ellos conocen (Hechos 17,23). “Lo que adoráis sin conocer eso es lo que vengo yo a anunciar”.
Dios a querido que el hombre le busque y le encuentre. A través de la reflexión sobre nuestra propia naturaleza humana (vía antropológica. Romanos 1,18-32) o través de la contemplación de la creación (vía cosmológica. Sabiduría 13,1-9) llegamos a la conclusión de que lo que existe, no puede existir por una cuestión azarosa; hay una inteligencia, un diseño, un primer motor, que es causa eficiente de todo lo creado. Por lo que entendemos que todo ha partido de un principio porque la nada no crea.
Pues bien, la inteligencia humana puede llegar hasta aquí. Cuando alguien dice creer en Dios es porque su fe llega hasta aquí. Esa persona cree en un ser Superior, Creador de todo lo visible e invisible. En su conciencia está impresa la ley natural y de ahí su buen obrar, pues consciente de la existencia de un dios ordenará sus acciones según esa conciencia.
¿Y que es lo que le hace falta para llegar a la fe en Jesús? El cristianismo es una religión Revelada, es decir, sin la acción del Espíritu Santo, actuando en la inteligencia y en su espíritu del hombre, este no puede profesar la fe en Jesucristo. Por eso os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede decir: «¡Anatema es Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el Espíritu Santo. 1 Corintios 12,3.
Hay gente que dice creer en Jesús pero no como verdadero Dios y hombre, sino como un profeta, como un hombre bueno y sabio, y por eso, se le pone al mismo nivel y se le llega a comparar con hombres sabios de otras religiones. A veces ese creer en Jesús se inclina más hacia su divinidad negando su humanidad, o más hacia su humanidad negando su divinidad. Otras veces se dice que es un dios menor al Padre y no igual y consustancial junto con el Espíritu Santo, que suele ser entendido como una fuerza y no como la tercera Persona de la Trinidad. Esta es la razón por la que se manifiesta Jesucristo, para revelarnos que Dios es Padre y es Hijo y es Espíritu Santo. (Mateo 28,19).
Pues bien, ¿Qué pasa cuando uno dice creer en Jesús a su manera? ¿Es válido decir esto? Veamos un texto: Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas. »Mateo 16,13-14.
Este texto nos muestra que ante la pregunta que Jesús pide que hagan a las gentes, a la muchedumbre que le seguía, sobre quienes es él, la gente no contesta acertadamente. Se acercan en su respuesta porque es verdad que Jesucristo es un profeta (pero es más que un profeta), pero a la misma vez están lejos de responder correctamente quien es Jesús.
Hoy en día también esto les pasa a muchos. Algunos reducen el mensaje de Jesucristo a un simple no hay que hacer el mal y hay que amar al prójimo. Por eso cuando dicen creer en Jesús para sustentar su opinión, señalan: “yo no le hago ningún mal a nadie”, y piensan que así está bien, como si la fe se limitara simplemente a evitar el mal, como si eso solamente hubiera enseñado Jesús.
Aquellos tienen una fe incipiente, muy básica, una fe de oídas, creen por lo que han escuchado o por la costumbre. Como la Samaritana del pozo de Jacob, que teniendo a Jesús delante de ella, no sabía quién era Aquel, que le pedía agua para beber. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice:” Dame de beber “, tú le habrías pedido a él, y él habría dado agua viva. »Juan 4,10.
Para poder conocer a Jesús, hace falta dialogar más con él, mirarle más a él, hace falta un encuentro más profundo, más íntimo, personal. Hace dejar de mirar a Jesús como aquel que nos puede ayudar en los conflictos de nuestra vida, para pasar a verlo como el Salvado. Hace falta pasar de la oración de petición a la adoración. Hace falta dejar de ver a Jesús como un medio para alcanzar un logro, a verlo como el Dios con nosotros.
La fe tiene estos procesos, uno va descubriendo a Jesús de manera progresiva. Como la Samaritana que finalmente reconoce que ese judío, que es un profeta, es en Cristo. (Juan 4,26)
Volvamos al texto de Mateo. Después de que Jesús pidió hacer una encuesta sobre la opinión que tenían las personas de él, el Señor le pregunta aquellos que vienen con el caminando hace ya un tiempo: Díceles él: «Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». explicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Mateo 16: 15-18.
En este pasaje se encuentra en la razón por la cual no podemos decir que creemos en Jesús a nuestra manera. El apóstol Pedro, iluminado por el Padre, Responde correctamente sobre quién es Jesús: EL ES EL CRISTO, EL HIJO DE DIOS VIVO. Pedro ha llegado a esta conclusión, no por alguna reflexión personal suya, no por lo que los demás han dicho sobre Jesús, es el Padre, por la acción del Espíritu Santo, quien mueve a dar esta respuesta. Pedro no está dando una opinión personal, Jesús le dice esto se te ha “Revelado”. Y es sobre esta confesión de fe, sobre esta profesión de fe, sobre esta revelación que se le ha concedido al apóstol, que se funda la Iglesia de Cristo. Es decir, la fe que Pedro profesa, es la fe que ha de profesar la Iglesia.
Jesucristo no avaló las opiniones personales que tenían los hombres sobre quién es él. No dijo que es válido que cada persona crea en él a su manera. No válido ese tipo de confesión de fe, una fe relativa, subjetiva, según el propio parecer. Jesús enseña que la respuesta de Pedro no sólo es correcta porque ha sido Revelada por el Padre, sino que es la fe que debe profesar la Iglesia. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Nos llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Juan 15,14-15.
Es la Iglesia y solo a través de ella, que se conoce a Jesús. Y esta es la misión de la Iglesia dar a conocer a Jesús. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». Marcos 16,15. Y formar en la fe sobre Jesús, a todos los que han creído. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Mateo 28,19.
Decir creer en Dios a nuestra manera o creer en Jesús a nuestra manera, es menospreciar y despreciar la Revelación dada Jesucristo por nuestro Señor. Es relativizar el conocimiento de Dios y minimizarlo a una opinión personal acomodaticia a nuestra manera de ser y obrar. No ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente. Efesios 1,16-17.
Porque de esto trata nuestro esfuerzo en la fe, de conocer cada día más a Aquel en quien hemos creído. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Juan 17,3.
Por último, el acto de creer, tiene dos dimensiones: una subjetivo y otra objetiva. Subjetivo se al sujeto de la fe, se refiere a la profesión, a la confesión de fe del sujeto. Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Romanos 10,9-10.
¿Cómo corroborar si en verdad, aquel que dice creer en Jesús, ver realmente cree en Jesús? Si alguien dice que cree en Jesús, para saber si eso es cierto, debo observar su manera de obrar. La verdad nunca será relativa ni acomodaticia. La verdad es la adecuación del pensamiento con la realidad. Cuando no hay identificación entre lo que se piensa y de hace, entre lo que se cree y el obrar, hay una incongruencia.
Por eso solo basta con mirar si las obras del que dice creer están hechas según la fe que profesa. Esa es la dimensión objetiva de la fe. Lo que uno dice creer se evidencia en el obrar. ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de les vosotros dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Santiago 2,14-20.
Que tus obras presenten la evidencia de tu fe. ¿Dices creer en Dios ?, demuestra por tus obras en que Dios crees. ¿Dices creer en Jesús? Esfuérzate de vivir conforme el evangelio que nos predicó, porque en el último día serás evaluado según lo que dijiste creer y no lo viviste. Una fe que no tiene obras está realmente muerta.
#IsraelDeCristo
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