Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Lucas 7,11-17.
Vamos a empezar esta reflexión a la luz de lo que se nos dice en el v13. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.»
Hoy, a través de este pasaje, Jesús, nos dice: no llores. El Señor nos mira y ve nuestro dolor, ve nuestro sufrimiento, ve nuestras angustias. Jesús, nos mira no como nos los demás, él nos ve y se conmueve hasta las entrañas, al ver hundidos en la tristeza y desdicha, y siente compasión. Sabe cuánto hemos llorado y lo que nos hace llorar, y es, en ese contexto trágico de nuestra vida, que nos dice: llores. Pues como dirá la Escritura: Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros. Isaías 25,8.
Hoy vamos a meditar sobre la tristeza. No queda claro si toda depresión empieza con el padecimiento de la tristeza, pero sí queda claro, que una tristeza profunda, andar mucho tiempo triste, sí puede llevarnos a la depresión. De ahí que el sabio judío dirá: No te abandones en la tristeza. (Eclesiástico 3,21).
¿Qué es la tristeza y qué significa estar triste?
La tristeza es algo común a todos nosotros. Todos nosotros en algún momento de nuestra vida hemos estado tristes. Eso es normal y está bien. La tristeza es una emoción básica. Junto con la Alegría, la ira, el miedo, la sorpresa y el asco. Y como todas las emociones, esta nos están diciendo algo sobre nosotros mismos y sobre nuestra situación interior.
Hay personas que le cuesta reconocer que están tristes, que no se dan cuenta de que están deprimidos. Porque no le prestan atención a esa irritabilidad, a ese desánimo, a esa falta de vitalidad o a esa tristeza.
Lo que significa que muchos se han acostumbrado a vivir así, tristes, sin alegrías. Por eso la tristeza nos quiere comunicar que algo, nos quiere decir que algo nos duele por dentro.
La tristeza está relacionada con la frustración. Con la imposibilidad de satisfacer ya sea una necesidad o un deseo que tenemos. Tristeza es sinónimo de desilusión. Es una clase de dolor emocional expresado a menudo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, la falta de fuerzas, de ánimo ya veces también con ira.
A menudo nos sentimos tristes: cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas, cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. Es, sencillamente, una reacción psicológica ante algo que nos duele.
Los factores que generan la tristeza son, entre otros: sentirse falto de amor, de amistad o de aprecio. Que no haya alguien en nuestra vida que nos diga cuán valiosos somos. La muerte o la desaparición de un ser querido (el duelo). Esa experiencia de fracaso, la frustración. El padecimiento de alguna injusticia. La soledad, la incomunicación, la falta de integración. La partida, separación o divorcio de una persona estimada. El padecimiento y dolor por una enfermedad incurable propia o de algún ser querido.
Ahora, es importante decir, que no es lo mismo estar triste que tener depresión y también, que el estar mucho tiempo triste puede desencadenar una depresión. La tristeza la sufre tanto los depresivos como los deprimidos.
¿Qué nos dice las Sagradas Escrituras respecto a la tristeza?
La tristeza principalmente aparece como contraria a la alegría, al gozo que como emoción, está ligado a la salvación y a la presencia de Dios. Es decir, el hombre experimenta la tristeza en su vida, porque se ha alejado de la presencia de Dios. Por eso dice la Escritura que el temor de Dios asegura la alegría en el alma. (Eclesiástico 1,11-12). Es el don, el favor de Dios, que nos ayuda a vivir una vida agradable a sus ojos. Y viviendo de esta formar el hombre es feliz en verdad.
En Proverbios 12,25. Se nos dice que la a tristeza deprime el corazón del hombre. Y en Proverbios 15,13. La tristeza abate el ánimo del hombre. Al punto de secar los huesos. (Proverbios 17,22).
Lo cual significa que la tristeza enfermedad más que cualquier enfermedad. Por eso el autor sagrado plantea una pregunta: quién levantará al triste que ha caído en tristeza. (Proverbios 18,14).
Esto no advierte de cuan dañina puede ser la tristeza si se la deja mucho tiempo en el alma.
Por eso aconsejan los sabios: no te abandones en la tristeza ni te atormentes con tus pensamientos. (Eclesiástico 30,21). Y en versículos más adelante también se nos dice que la tristeza ha perdido a muchos. (Eclesiástico 30,23). Puede llevarnos la tristeza a tomar malas decisiones. El triste busca el placer. De él se vuelve esclavo.
Preste atención a esto, la historia de Israel enseñará que la tristeza es un signo sensible de la separación de Dios. De la ausencia de Dios en la vida de una persona. Cuando el hombre practica la ley del Señor encuentra la felicidad. (Deuteronomio 4,40). Cuando hace lo que es recto a los ojos de Dios es feliz. (Deuteronomio 6,18).
La tristeza entonces, es un recordatorio para el hombre de que debe volver a Dios. Solamente el Señor puede cambiar nuestro duelo en regocijo. (Jeremías 31,13). Solo el Señor nuestro Dios, puede aliviar nuestra tristeza.
Los profetas son los encargados de llamar al duelo. Jeremías y Ezequiel, enseñan, QUE SI HAY QUE LLORAR POR ALGO, NO ES POR LAS COSAS QUE HEMOS PERDIDO, NI POR LAS COSAS QUE NO TENEMOS, SI HAY QUE LLORAR POR ALGO, ES POR LA ASUSENCIA DEL SEÑOR. Lo peor que te puede suceder en esta vida, no es perder algo o alguien, es perder a Dios.
Santo Tomás de Aquino, dirá que tristeza proviene por cuatro causas: la primera, por el propio mal. Como efecto y consecuencia del propio pecado. La segunda, por compasión, al ver sufrir a otros, el dolor ajeno. La tercera, por envidia, al ver que los otros tienen lo que nosotros deseamos. La cuarta, por el desánimo, ese no sentir que se tiene metas en la vida.
A todo esto, Jesús, promete que nuestra tristeza se convertirá en gozo.(Juan 16,20). Solo del Señor, nos proviene la garantía del consuelo. (Mateo 5,5).
¿Ahora por qué Jesucristo puede realmente consolar y aliviar al hombre que está triste?
Porque Jesús mismo quiso experimentar la tristeza: en Marcos 3,5. Apenado por la dureza del corazón de los fariseos. En Lucas 19,41. Lloró porque no reconocieron el tiempo de su visita. En Juan 11,35. Lloró por la muerte de Lázaro. En Mateo 26,37. Nos dice que sintió una angustia y tristeza de muerte, ante la miseria y el pecado del hombre que vive en rebelión contra Dios. En su oración, en Getsemaní, recogió las súplicas y lágrimas de los que sufren para vencer a la tristeza, a la angustia y a la desesperanza. Solo Jesús, nos puede dar la alegría de la salvación.
Explicación de cita
Todo lo dicho, nos sirve para entender el texto del comienzo. Nos encontramos ante un relato que es propio de Lucas, que prepara la respuesta de Jesús a los enviados de Juan el Bautista, respecto si él, es el que tenía que venir o se debe esperar a otro. (Lucas 7,18-23). Por eso ante la pregunta que le plantearan, la respuesta de Jesús: Los muertos resucitan. V22.
Este milagro como los demás que ha realizado Jesús, tienen como objetivo mostrar tres cosas:
a. La misericordia de Dios. Que Dios se compadece, se conmueve hasta las entrañas, al ver al hombre sufrir, al ver al hombre derramar lágrimas.
b. El carácter revelatorio sobre quién es Jesús, él es El Salvador, el Mesías. Solo Jesús salva. Solo Jesús puede rescatar al hombre hundido en la tristeza y en la desesperación.
c. Son un signo de la presencia del Reino entre nosotros. Y esa Presencia, nos invita a convertirnos. Nos anima a buscar a Dios con todo el corazón.
En los versículos 11-12. Se nos dan algunos datos referenciales. Naím, más que una ciudad es una aldea pequeña al sur de Galilea a 40km de Cafarnaúm, que se encuentra entre las montañas de Nazaret y tabor.
Se nos dice que iban con él, sus discípulos y una gran muchedumbre, contrastando así, con la gran muchedumbre que acompañaban a la viuda. Vemos entonces dos procesiones. Una llena de esperanza y alegre que era la que estaba con Jesús y la otra triste y desesperanzada que acompañaba a la viuda en su dolor.
Ambas procesiones se encuentran en la puerta de la ciudad. Jesús es la puerta por donde se pasa, de la muerte a la vida. Del llanto al gozo. (Juan 10,9-10). Jesús lleva a la vida, al que entra por él. Al que se entrega a él. El Señor lo se salvará de sus angustias, enjugará sus lágrimas del rostro y tendrá vida en abundancia. La puerta tiene este fin, sirve para pasar de un lado al otro. Jesús es el que nos hace pasar de la muerte a la vida. El que nos puede sacar de la tristeza.
Quien no sigue a Jesús, no tiene vida en sí, esta como el muerto que llevan a enterrar. Por lo tanto, resucitar sería un pasar de la muerte a la vida y eso mismo le sucede a todo aquel que se encuentra con Jesús, pasa de la muerte a la vida.
Jesús está siempre a la puerta. (Apocalipsis 3,20). A la entrada de nuestra vida, queriendo cambiarla, queriendo cambiar el rumbo de nuestro andar. Queriendo quitarnos la ropa de luto para vestirnos de fiesta. (Salmo 30,12-13).
Se nos dice que el muerto era el hijo único de una viuda. El dolor y el sufrimiento de esta pobre mujer deben ser inconsolables. Una mujer que primero pierde a su marido y ahora a su hijo único. ¿Qué sería de ella ahora que no tiene a nadie que la sostenga? Jesús, es presentado en este texto como aquel que se preocupa por el que llora, por el afligido, por aquel que vive en el dolor. Jesús es presentado, como aquel que se interesa, sinceramente, por lo que nos pasa.
El versículo 13 nos revela la interioridad de Dios, nos muestra el corazón de Jesús. Nos presenta y actualiza para nuestra fe, un atributo de Divino: la compasión. Como un sentimiento de dolor que lleva sufrir con el que sufre y provoca, impulsa, a ayudar al que va sufriendo. Dios no permanece indiferente ante el sufrimiento del hombre. Jesús se conmueve hasta las entrañas al ver a esta mujer llorar.
Los que lloran reirán porque será Dios mismo quien les consuele. (Lucas 6,21). Nuestro consolador es el Dios de Israel. (Mateo 5,5).
En este milagro, a diferencia de la resurrección de la hija de Jairo y la de Lázaro, el centro teológico no es la fe. Aquí el centro teológico es la compasión. Porque obra así Jesús, porque se compadece de esta mujer al verla llorar. Jesús se compadece de tus lágrimas. (Apocalipsis 21,4).
Aquel que dijo venga a mí los que están cansados y llevan pesadas cargas, es ahora él, el que va en pos del que sufre, del que llora. No espera que a él vengan, él sale al encuentro de nuestro dolor. Y esa es la razón verdadera, por la que iba aquel lugar, Jesús iba a consolar a la viuda. Porque Dios sufre con tu sufrir y llora con tu llorar. (Salmo 56,9. Y Salmo 34,19).
Dios ha visitado a su pueblo, esta expresión escriturística, que encontramos en este texto, tiene un sentido profundo. Significa que Dios no se ha olvidado de su pueblo. Que Dios no se ha olvidado de nosotros. Que Dios no se olvida del que sufre. (Lucas 1,67-74). Dios es quien se acerca, quien visita a su pueblo en su aflicción, para consolarle, para ayudarle. (Éxodo 3,7-9).
Hermano, Dios no se ha olvidado de ti. Hoy te visita para consolarte, para ayudarte. Dios se acerca a tu vida para ver qué es lo que necesitas, que es lo que puede él hacer por ti. No llores, busca a Jesús.
Israel de Cristo