ACERCÓSE UNO DE LOS ESCRIBAS QUE LES HABÍA OÍDO Y, VIENDO QUE LES HABÍA RESPONDIDO MUY BIEN, LE PREGUNTÓ: «¿CUÁL ES EL PRIMERO DE TODOS LOS MANDAMIENTOS?» JESÚS LE CONTESTÓ: «EL PRIMERO ES: ESCUCHA, ISRAEL: EL SEÑOR, NUESTRO DIOS, ES EL ÚNICO SEÑOR, Y AMARÁS AL SEÑOR, TU DIOS, CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA, CON TODA TU MENTE Y CON TODAS TUS FUERZAS. EL SEGUNDO ES: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. NO EXISTE OTRO MANDAMIENTO MAYOR QUE ÉSTOS. » LE DIJO EL ESCRIBA: «MUY BIEN, MAESTRO; TIENES RAZÓN AL DECIR QUE ÉL ES ÚNICO Y QUE NO HAY OTRO FUERA DE ÉL, Y AMARLE CON TODO EL CORAZÓN, CON TODA LA INTELIGENCIA Y CON TODAS LAS FUERZAS, Y AMAR AL PRÓJIMO COMO A SI MISMO VALE MÁS QUE TODOS LOS HOLOCAUSTOS Y SACRIFICIOS . » Y JESÚS, VIENDO QUE LE HABÍA CONTESTADO CON SENSATEZ, LE DIJO: «NO ESTÁS LEJOS DEL REINO DE DIOS.
Marcos 12,28-34.
Si bien, la Sagrada Escritura, no utiliza el término psicológico autoestima, sí nos habla de la necesidad de tener una estima personal adecuada. “EN VIRTUD DE LA GRACIA QUE ME FUE DADA, OS DIGO A TODOS YA CADA UNO DE VOSOTROS: NO OS ESTIMÉIS EN MÁS DE LO QUE CONVIENE; DIEZ MÁS BIEN UNA SOBRIA ESTIMA ”. Romanos 12,3.
¿Y por qué esto, tener una estimación adecuada de nosotros mismos, es necesaria? Esto es lo que en este post trataré de explicar.
En mis años como misionero, haciendo acompañamiento espiritual, encontró muchas personas que penosamente tienen una pésima relación consigo mismos. Gente que se percibe como poca cosa, que considera que su existencia pasa desapercibido ante los demás, ven su vida como algo insignificante. Gente que tiene una mirada negativa y pesimista de sí mismo, al punto que viven torturándose e insultándose por los errores y fracasos sucedidos en el pasado. Gente que reniega tanto de sí misma, de si porqué son así o asa, ya sea por el color de su piel, la forma de su cabello, sus dientes, su inteligencia, sus reacciones, sus manías, etc.
He recogido casos en donde ha sido testigo del inmenso dolor que sienten y guardan silenciosamente algunas personas por el hecho de haber caído en algún mal moral como: masturbación, tocamientos indebidos, infidelidad, homosexualismo, agresividad y violencia, aborto, etc. su encuentro con Jesús, iluminadas por la gran luminosidad de la verdad del Evangelio, se sienten terribles consigo mismas, al descubrir, al tomar consciencia de su pecado y comprender su gravedad, y la consecuencia que ello a su vida ha traído.
Algunas de estas personas desarrollan un odio, un desprecio, un rechazo hacia sí mismos, hacia su persona. En algunos casos el Sacramento de la Reconciliación, de manera ordinaria, sana y en otros casos, por la falta de aceptación del perdón dado por Jesús, estas personas no llegan a sanar. Y no es porque el Sacramento sea ineficaz, sino porque estas personas están tan encerradas en sí mismas por su dolor, que rechazan el perdón de Jesús al creer que no son dignas o creer que lo que han hecho es tan terrible que no merecen el perdón. Estas personas viven atormentadas interiormente por el remordimiento.
¿Qué puede haber pasado en la historia personal de alguien para que suceda esto? Detrás de estas personas hay un ambiente familiar lamentablemente dañino, muy hiriente. Especialmente durante la infancia. Muy probablemente le dijeron muchos “no has esto o no hagas aquello”. Hubo reglas muy rígidas, seguido de regaños y llamadas de atención con alto grado de enojo, ira y violencia. Padres que fueron o indiferentes o sobre protectores o permisivos o controladores o violentos. Padres que no dieron amor, ni reconocimiento, ni protección, ni fueron capaces de perdonar los errores de los hijos. Lo cual genera un exceso de autocrítica y deseo insano de perfeccionismo. En el fondo, si los padres no aceptan a los hijos como son, estos se sentirán rechazados por quienes son. De ahí la falta de confianza en sí mismos. El terrible miedo a ser criticado. El exceso de susceptibilidad que le lleva a creer que todos están en sus contra. Entre otras cosas.
Es decir, detrás de una persona que nos es capaz de valorarse a sí misma, en la justa medida, hay muchísimo sufrimiento, mucho dolor psicológico, heridas que aún están abiertas.
La persona con una estimación negativa de sí misma es muy indecisa, se le dificulta tomar decisiones porque tiene un miedo exagerado a equivocarse. Piensa que no puede, que no sabe nada, que no está preparado, porque no es capaz de reconocer lo bueno que hay en ella, no ve talentos ni virtudes en sí misma. Le tiene miedo a lo nuevo por lo que evitará asumir riesgos. Es muy ansiosa y nerviosa, cobarde, se suele echar atrás. No toma decididamente las riendas de su vida. Se aísla. No suele compartir. Depende mucho de la opinión de otras personas, lo que digan de ella es lo que toma de referencia para mirarse a sí misma. Se da por vencida ante cualquier dificultad, se queda atrapada en la zona de confort, en la zona de no crecimiento, en el estancamiento de su propia vida. Nunca llega a estar satisfecha consigo misma, piensa que no hace nada bien. Tiene muchos sentimientos de culpa insana, desarrolla lo que es el remordimiento. Por eso no es capaz de aceptar sus errores, busca culpables. Se cree feo, poco interesante para que los demás le valoren. No se preocupan por salud. Son pesimistas. Entre otras cosas.
Pues bien, el ser humano es un ser relacional. Hemos sido creados para la relación con el otro y es en la medida en que nos relacionamos con los demás, crecemos como personas. Nuestro desarrollo personal depende en cierta medida de tener sanas relaciones con los demás.
En el segundo capítulo del libro de Génesis, vemos que El hombre ha sido creado para la relación con Dios, la relación consigo mismo, la relación con los demás y la relación con la creación.
Cuando pasamos al capítulo 3 de Génesis, se nos muestra cómo tras el primer pecado, el pecado original originante, estos cuatro niveles de relaciones se ven afectadas. (Génesis 3,10s) El hombre que antes dialogaba con Dios, ahora se esconde de él porque le tiene miedo. Se percibe ahora así mismo como desnudo, al punto de avergonzarse de sí mismo. Acusa a la mujer de su propio pecado, de su propia desobediencia y finalmente es expulsado del paraíso, sobre el cual ejercía señorío. El pecado hirió interiormente al hombre al punto desfiguró y afecto la percepción del hombre sobre Dios, sobre sí mismo, sobre los demás y sobre la creación.
Pues bien, la explicación religiosa, el sentido teología de esta narración, es que una rota la relación con Dios, todo lo demás se estropea, todas las demás relaciones que tiene el ser humano se ven afectadas. Eso incluye, la relación que tenemos con nosotros mismos. Si se rompe mi relación con Dios, se rompe la relación conmigo mismo, con los demás y con la creación.
El texto que hemos leído del Evangelio según san Marcos, el Señor nos dice que hay que amar al prójimo como a nosotros mismos. Pero he aquí que surge el dilema: ¿Cómo amar a otro sino soy capaz siquiera de amarme sanamente a mí mismo? Frente a esto debemos preguntarnos: ¿nos amamos, nos valoramos, nos respetarnos a nosotros mismos?
Hay un principio que es fundamental para descubrir la herida que más nos ha dolido y que aún hoy, en el presente, nos duele, y es mirar la manera como herimos a los demás, prestar atención a aquello que los demás se quejan de nosotros. Reconocer mi herida con la que hiero. Eso nos servirá para saber dos cosas: como hemos sido heridos y que es lo que nos dolió tanto al punto que hoy nos sigue afectando.
Algunos hemos sido heridos con palabras, otros con gestos de desamor rechazo, indiferencia. Otros fuimos heridos físicamente y tan dura mete en la piel que el dolor se nos metió en el corazón. De ahí que hagamos a veces lo mismo, porque solo da, lo que tiene.
En el lenguaje bíblico amar más que referirse a un sentimiento, aunque también tenga que ver con ello; amar tiene más que ver con el conocimiento que se tenga sobre algo. No se puede amar lo que no se conoce y se ama más y mejor, aquello que es conocido. Es en ese sentido, que para llegar a amarnos en una justa medida, hacen falta dos cosas: conocernos y aceptarnos.
La relación entre conocimiento y aceptación, entre perdón y reconciliación con uno mismo, es crucial para nuestra sanación interior. Porque esto ayuda a que seamos personas integrales. Conocernos implica saber quiénes somos y porque somos así. La aceptación nos lleva a mirarnos con paciencia y misericordia. El perdón, nos lleva a soltar el dolor de lo sufrido y la reconciliación nos lleva a amistarnos con aquel momento de nuestra vida que hemos rechazado para integrarlo a nuestro proceso personal de maduración.
En el proceso psicológico de la formación de las heridas emocionales, la primera herida que se forma en el ser humano es la herida de la no aceptación o herida del rechazo. Si no nos hemos sentido aceptados por nuestros padres no nos aceptaremos a nosotros mismos y eso generará dificultades para aceptar a otros.
Si nuestros padres no se han sentido alegres con la notica de nuestra venida, no han aceptado nuestro sexo, nuestro carácter y temperamento, que seamos lentos para aprender ciertas cosas o que seamos inquietos, si no han sabido perdonarnos cuando nos hemos equivocado o han sido muy drásticos y muy rígidos con nosotros, todo eso nos afectará con nosotros mismos.
Aceptar los errores, defectos, pecados, equívocos de otros dependerá, muchas veces, en la medida que aceptemos los nuestros. Criticamos en los demás lo que detestamos en nosotros. Es en ese sentido que podemos estar muy heridos con nosotros mismos y eso se nota en el trato con los demás.
Por eso si perdonar a otros resulta difícil perdonarnos a nosotros mismos, lo es mucho más.
La gente suele herirse consigo misma por 4 razones principalmente: porque han fracasado en alguna tarea fundamental de su vida (fracasos sentimentales, familiares, etc). Porque no actuaron decididamente en el momento indicado. Por haber lastimado a otros. Y por haber realizado actos auto destructivos. Esta herida les lleva a odiarse al punto de auto agredirse, insultarse y en algunos casos hasta maldecir su vida.
Para sanar, hay que pasar de la negación o el rechazo, del cuestionarnos tanto sobre el “por qué soy así”. O de la resignación del “bueno pues, así es mi forma de ser”, “así soy yo”. A la aceptación. Acepto quien soy, aceptarme en este momento tal como soy, pero eso no significa que siempre seré así, porque en Cristo podré mejorar por la ayuda de su gracia. NO SOMOS PERFECTOS PERO SI PERFECTIBLES.
AHORA, ASÍ DICE YAHVEH TU CREADOR, JACOB, TU PLASMADOR, ISRAEL. «NO TEMAS, QUE YO TE HE RESCATADO, TE HE LLAMADO POR TU NOMBRE. TÚ ERES MÍO. SI PASAS POR LAS AGUAS, YO ESTOY CONTIGO, SI POR LOS RÍOS, NO TE ANEGARÁN. SI ANDAS POR EL FUEGO, NO TE QUEMARÁS, NI LA LLAMA PRENDERÁ EN TI. PORQUE YO SOY YAHVEH TU DIOS, EL SANTO DE ISRAEL, TU SALVADOR. HE PUESTO POR EXPIACIÓN TUYA A EGIPTO, A KUS Y SEBA EN TU LUGAR DADO QUE ERES PRECIOSO A MIS OJOS, ERES ESTIMADO, Y YO TE AMO. PONDRÉ LA HUMANIDAD EN TU LUGAR, Y LOS PUEBLOS EN PAGO DE TU VIDA. NO TEMAS, QUE YO ESTOY CONTIGO; DESDE ORIENTE HARÉ VOLVER TU RAZA, Y DESDE PONIENTE TE REUNIRÉ.
Isaías 43:1-5.
Y es por eso que hace falta saber cultivar nuestra relación con Dios, tener una amistad profunda con Dios, porque es su amor el que sana, porque al mirarnos desde su amor y sabernos, experimentarnos amados tal como somos, descubrimos el valor real de nuestra propia existencia. Descubrimos que no somos una casualidad. Descubrimos que nuestra vida tiene un propósito. Descubrimos que valemos tanto como para que Dios de a su Hijo por nosotros en la cruz.
PORQUE TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO QUE DIO A SU HIJO ÚNICO, PARA QUE TODO EL QUE CREA EN ÉL NO PEREZCA, SINO QUE TENGA VIDA ETERNA. PORQUE DIOS NO HA ENVIADO A SU HIJO AL MUNDO PARA JUZGAR AL MUNDO, SINO PARA QUE EL MUNDO SE SALVE POR ÉL.
Juan 3,16-17.
Te invito a que al texto anterior, le quites la palabra mudo y pongas tú nombre, leyéndolo en voz alta
Perdonarse a sí mismo es el punto de partida para reconciliarnos con aquella parte de nuestra vida que rechazamos. Perdonarnos puede ser mucho más difícil que perdonar a alguien más. Cuando tienes un sentimiento de culpa insana ese es el gran problema para reconciliarnos con nosotros mismos. Por eso aquello que te avergüenza de ti mismo, aquello que te genera sentimiento de culpa, eso es lo que debes perdonarte: por haber abortado, haber infiel, haber daño a alguien, haber realizado tocamientos, perdónate por aquello que hiciste mal y dices que tonto que fui. Enfócate en las cosas específicas por las que te sientes mal, no en la persona que eres. Porque tú no eres tu pecado. Tú no eres tus errores. Se trata de que aceptes que te equivocas y debes mejorar pero también hay cosas buenas en ti. No vivas según las expectativas de otros. Vive solo para agradar a Dios. Deja de castigarte y de condenarte. Y vuelve a Dios a través de una confesión sincera y profunda a través del Sacramento de la Reconciliación y ahí acepta, con humildad, el perdón que te ofrece Jesús.
PORQUE EL AMOR DE CRISTO NOS APREMIA AL PENSAR QUE, SI UNO MURIÓ POR TODOS, TODOS POR TANTO MURIERON. Y MURIÓ POR TODOS, PARA QUE YA NO VIVAN PARA SÍ LOS QUE VIVEN, SINO PARA AQUEL QUE MURIÓ Y RESUCITÓ POR ELLOS. ASÍ QUE, EN ADELANTE, YA NO CONOCEMOS A NADIE SEGÚN LA CARNE. Y SI CONOCIMOS A CRISTO SEGÚN LA CARNE, YA NO LE CONOCEMOS ASÍ. POR TANTO, EL QUE ESTÁ EN CRISTO, ES UNA NUEVA CREACIÓN; PASÓ LO VIEJO, TODO ES NUEVO. Y TODO PROVIENE DE DIOS, QUE NOS RECONCILIÓ CONSIGO POR CRISTO Y NOS CONFIÓ EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN.
2 Corintios 5,14-18.
Recent Comments