“Mi justo vivirá por la fe; más si es cobarde, mi alma no se complacerá en él. Pero nosotros no somos cobardes para la perdición, sino creyentes para la salvación del alma”.
Hebreos 10,38-39.
Quisiera hacer en este post, una reflexión sobre el miedo, pero no desde un enfoque psicológico sino desde un enfoque teológico. Es decir, a través de la Sagrada Escritura, poder comprender lo que Dios nos tiene que decir sobre el miedo y sobre cómo enfrentarlo y superarlo.
El texto que hemos leído en el comienzo es sumamente importante, es un texto fundamental que va a dar origen al himno más hermoso que encontramos en la Escritura sobre la fe (Hebreos 11,1-40).
En donde se nos habla de aquello en lo que consiste la fe y se nos presenta como ejemplos, a distintos modelos de fe, hombres y mujeres que son grabados en la historia Sagrada por su fe.
Se nos habla de cómo ellos por la fe, alcanzaron aquello que Dios esperaban. (Hebreos 11,33-38). Es en ese que se presenta la fe como un medio para alcanzar, para lograr el sentido esperado.
Ya en los evangelios, Jesús enseñó sobre el carácter omnipotente de la fe: Díceles: «Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará, y nada os será imposible.» Mateo 17,20.
En cada milagro realizado, aparece la fe como mediadora del milagro: Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.» Marcos 5,34.
Y en otros pasajes el milagro se darían para suscitar la fe en el creyente: Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. Juan 11,45.
Esta fe, tiene como objeto, como fin de la fe misma, a Dios. Y esta fe en Dios implica tres cosas:
A. Creer en él: es decir, en su existencia y ello afecta directamente nuestra vida. Ahora bien, sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan. (Hebreos 11,6)
B. Creerle a él: en la veracidad de su palabra. Que lo que Dios dice, se cumplirá. Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entre bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedara sano. Mateo 8,8.
C. Creer en su poder: que Dios todo lo puede porque Dios es omnipotente. Dios es el Dios de lo imposible. Porque ninguna cosa es imposible para Dios. Lucas 1,37.
Por eso, en el texto del comienzo se nos exhorta a vivir por la fe, ser gente de fe y no cobardes. Dícese cobarde de aquella persona que siente miedo ante situaciones difíciles o muestra falta de valor para emprender acciones peligrosas o que conllevan cierto riesgo.
Y el problema no está en sentir miedo sino en el consentirlo. Es natural sentir miedo pero se nos exhorta a vivir de manera sobrenatural. El problema está en dejar que el miedo se convierta en nuestro consejero; es decir, nos diga que hacer y que no hacer.
Dios no se complace en los cobardes, se nos dice. Y esto porque la obra de Dios, lo que Dios quiere realizar, lo que Dios quiere hacer en ti y en mí, (firmemente convencido de que, quien empezó en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús. Filipenses 1,6). Encuentra su obstáculo en el corazón de un hombre o de una mujer cobarde.
Tenemos el ejemplo de Zacarías que dudo de lo que el ángel anunció y la fe de María que colabora con su fe a aquello que Dios quería hacer en ella y con ella. Nuestra fe le permite a Dios manifestarse en nosotros todo su poder.
Es en ese sentido, que la fe es la condición necesaria para el auxilio divino. Por eso Dios, conocedor de lo que hay en el corazón del hombre, nos invita a no tener miedo, es decir, no a no sentirlo sino a no consentirlo. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» Marcos 4,40.
Es decir a no acobardarnos, pues acobardarse significa dejar que el miedo entre en el corazón. Pues es eso, lo que el miedo hace, usurpar el lugar que le corresponde a la fe en el corazón del hombre.
Pues bien, pasemos de lo teórico a lo práctico, descendamos todo visto hasta aquí a nuestra vida. Y hagámoslo con una pregunta: ¿cuántas personas viven una vida infeliz porque no tiene el valor de luchar por sus sueños?
Pues así como la cobardía es contraria a la valentía, el miedo es contrario a la fe y el proyecto de Dios no se puede realizar en el corazón de un hombre o de una mujer cobarde. Por eso, imagine que serias capaces de hacer sino tuvieran miedo. Cuantos proyectos, cuantos sueños en tu vida se han quedado sin realizar, cuantos sueños truncados por causa de tus miedos.
Por eso el Jesús espera de ti y de mí, que seamos hombres y mujeres de fe. Mi justo vivirá por la fe. Nos dados; porque el miedo somete, doblega las fuerzas, debilita el animo y quita el valor para realizar aquello que exige esfuerzo.
Genera inseguridad, indecisión, inestabilidad, confusión, dudas, angustia, ansiedad. Hace que la persona entre en un estado de desesperacion. Hace que uno huya de sus problemas en una vez de enfrentarlos. El miedo paraliza, hace que no actuemos conforme queremos. Apaga la fe. Hace que se viva sin esperanza.
El ser humano a lo largo de su vida tiene que superar muchos tipos de miedos, como por ejemplo: miedo a que lo condenen, miedo a expresarse, miedo a que no le quieran, miedo a no ser aceptado, miedo a la soledad, miedo al fracaso, miedo a que me
igualen , miedo a que lo superen, miedo a hacer algo nuevo, miedo al sufrimiento, miedo a no poder hacer algo, miedo al conflicto, miedo a equivocarme, etc. libre, ni es feliz. Detrás de nuestros miedos se encuentra aquella bendición que Dios quiere para nosotros.
El miedo y la fe tiene algo en común, los dos van dirigidos hacia el futuro. Nos mueven a creer en algo que todavía no ha pasado. El miedo nos lleva a temerle al futuro y la fe nos lleva a enfrentarlo. El miedo nos lleva a creer que lo peor nos pasará y la fe nos lleva a creer, que lo mejor me pasará. Por eso Jesús dijo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.» Mateo 9,29.
Nuestra vida hoy es, para bien o para mal, según lo que hemos decidido creer. Mi justo vivirá por la fe; más si es cobarde, mi alma no se complacerá en él.
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