En más de una ocasión he escuchado en ambientes de la Iglesia, que se habla de la famosa “crítica positiva” para así justificar, y se vea más aceptable, el terrible acto de juzgar y evaluar a otra persona.
La cuestión es que este argumento a favor de la “crítica positiva”, se viene inmediatamente a bajo cuando nos hacemos una sencilla pregunta: ¿Jesús dijo o enseñó algo sobre el valor positivo de criticar a los demás? O ¿Jesús habló algo sobre la validez de hacer alguna crítica positiva? La respuesta no es solamente no, si no que además el Señor enseñó justamente todo lo contrario.
«No juzguéis, para que no seáis juzgados». Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. Mateo 7,1-5.
Este texto que aparece dentro del discurso evangélico de Jesús, conocido también como el sermón de la montaña, en donde se nos presenta el plan catequético de Jesús, es decir: nos enseña el como debe vivir un discípulo suyo. Aquí Cristo va a desmantelar esos pensamientos que subyacen del mundo en la mentalidad del discípulo y que traemos a la Iglesia.
En la época de Jesús probablemente era visto, como en nuestra época lo es, como algo normal y común juzgar o criticar “positivamente” a los demás.
Aquí Jesucristo enseña la hipocresía qué hay detrás de esta actitud, que nos lleva a señalar los defectos de los demás que en nosotros mismos pasamos perversamente por alto.
Por eso ante la hipocresía del que señala el pecado del otro y esconde y calla el suyo, Jesús dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que arroje la primera piedra». Juan 8,7.
El cristiano, discípulo de Jesús no está llamado a “criticar positivamente”. El discípulo está llamado a practicar la corrección fraterna: “si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”. Mateo 18,15.
Es así como Jesús nos invita a vivir dentro de su Iglesia, no criticando, sino corrigiendo. Lo que el mundo hace y tiene por correcto “criticar positivamente” no es compatible con la doctrina de Cristo ni aplicable en su Iglesia.
Si vemos a alguien caer en desgracia, en error o en pecado; Jesús nos anima a corregirlo. Es la caridad, el deseo de ganar al hermano, lo que nos debe impulsarte, mover a buscarlo y como dice el Señor: “a solas”, preferentemente, animarlo a cambiar. Repréndele dice Jesús, con la autoridad que da el vivir lo que se predica, corrige a tu hermano. No como el fariseo que dice y no hace. (Mateo 23,3)
Pues bien, sino hay la intención de ayudarle a entender, si no hay paciencia para corregirle, ni la recta intención de querer ganar al hermano, exhortándolo a que salga de esa situación, mostrándole el camino correcto para que viva en la verdad, no se puede ejercer la corrección fraterna.
Cualquier acto que se haga sin caridad jamás dará fruto.
Por eso en el pensamiento cristiano se debe desterrar la idea de que criticar no es algo malo pues criticar consiste en expresar opiniones o juicios negativos y contrarios sobre una persona. Criticar es un juicio fácil, temerario y pronto con el que se condena al prójimo. A ese a quien Jesús nos mandó a amar y por quien él murió en la cruz.
Criticar a alguien supone que nos ponemos en una posición de superioridad para evaluar y calificar sus acciones. Muchos que critican terminan actuando como
satanás: acusando a los hermanos.
Con razón la crítica es la hija mayor de la soberbia y revela la corrupción y podredumbre que hay en el corazón.
Cuán odiosa y cuán antipática se vuelve la persona que critica. Cuan miserable debe ser su vida que hastiado de sí mismo anda viendo la vida de los demás. Al criticar o al juzgar a los demás, reflejamos nuestros propios defectos, aquellos que no estamos dispuestos a aceptar y a corregir. Al condenar a otros, a nosotros mismos nos condenamos, ya qué hacemos justo aquello que en otros sancionamos.
Muchas veces los que inspira la crítica “positiva” que se disfraza de bondad, es la envidia.
En las ciencias del hombre se habla de la crítica como medio para resolver o encontrar algo, es ahí y solo ahí su ámbito de eficacia. Más esto no puede ser aplicado cuando se trata de la persona humana, pues sólo Dios conoce el corazón de los hombres. El hombre es un misterio que solamente Dios puede penetrar.
Que duro será el juicio para aquel que juzgó a otros. Que terrible sanción le espera al final de su vida a aquel que anduvo sancionando a otros.
Solo para aquellos que ejercen autoridad en la Iglesia, a aquellos a quien Jesús a puesto delante de su rebaño, solo a ellos se les ha dado poder para juzgar.
La experiencia me ha enseñado que aquellos que juzgan muy duramente la miseria y sacan a la luz el pecado de otros es porque ese pecado que en los demás tanto juzgan y critican, abunda terriblemente en ellos.
De ahí que se cumpla el refrán: “el ladrón juzga a otros según su condición”.
Además, he visto que el Señor para corregir a aquellos que andan criticando, retira su gracia y los deja caer en aquel pecado que en otros han juzgado. ¡Qué sabio es el Señor! que para que se entienda lo que es estar en el lugar del otro, nos permite caer en lo mismo y así experimentar la miseria de los demás.
He visto también que muchos al ser corregidos en la verdad del evangelio se dan por ofendidos y andan todos resentidos. El Señor les mostrará su error.
También los años me han enseñado que al sufrir el mal del otro nos volvemos más empáticos y más aptos ara ayudar a través de la corrección a otros.
Por eso ver las cosas solo desde nuestra posición y no verlas desde la posición del otro, nos lleva a evaluar las cosas con parcialidad. Parcial es nuestro juicio, parcial nuestra conocimiento.
No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados… Porque con la medida con que midáis se os medirá. Lucas 6,37-38.
Por eso si no tienes nada bueno que decir sobre alguien mejor es quedarse callado que pecar y ser condenado con la misma condena que hemos condenado otros.
#AlgoQueDecirPorIsraelDeCristo.
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