Han sido muchas las veces, en que alguien se me ha acercado al terminar algún servicio a preguntarme si es que Dios, siempre nos escucha. Muchas de estas personas se hacen esta pregunta, al no encontrar una repuesta positiva, según su interpretación, a aquello que le han solicitado a Dios.
Pues bien: ¿Dios siempre escucha nuestras plegarias? ¿Por qué a veces nos asalta esta duda? ¿Cómo saber si es que Dios ha escuchado o no mi petición? ¿Estaría bien pedirle siempre por lo mismo?
Hay algunas escuelas, algunas corrientes filosóficas que han considerado la oración de petición, como un tipo de oración indigna de Dios. Entre ellos Inmanuel Kant. Quienes hablarán sobre la religión de la petición.
Algunos de ellos, ven que el problema radica en ver a Dios sólo como un mero medio para poder alcanzar o lograr algo. Y después de recibido lo solicitado, olvidarse de él.
Cierto es que hay algo de verdad en esto. Muchas veces lo que nos mueve a buscar a Dios es la necesidad, el querer resolver un problema, el querer sanar de una enfermedad o el querer superar algún tipo del mal que se padezca.
Yo mismo, he caído en eso. Que después de haber recibido de Dios me he olvidado. Esta es una tentación de la cual la Escritura nos advierte, en especial el libro del Deuteronomio que nos habla de la “tentación de la tierra prometida”. (Deuteronomio 4,9.23. 6,12. 8,11.19). Y que la consecuencia de ello se ve en todo el libro de los Jueces. ( Jueces 3,7. 8,34.)
He conocido personas que han participado en retiros movidos por la necesidad a buscar el favor de Dios y sucede, que cuando sus problemas pasan y se superan, se olvidan de Dios y terminan alejándose de El.
También he conocido personas que después de perseverar cierto tiempo en alguna comunidad o grupo, se preguntan tras un tiempo, cuándo Dios les dará aquello que le han pedido. Es como si yo me porto bien merezco que se me dé lo que he pedido. Por lo que ese perseverar es más por conveniencia e interés, que por fe.
Y he encontrado también la situación de que cuando Dios no les da algunas personas aquello que le han pedido, se resienten y dejan de creer en él. Se alejan de la Iglesia.
Es más, en Juan 6,26. Jesús les confronta a la gente por esto, por seguirle no por que crean en él sino por lo que han recaído. Es por eso que Jesús tiene tan pocos discípulos y muchos seguidores interesados en el bien que recibirán que en Jesús mismo.
Encontramos también en Lucas 17,17. Que son más los malagradecidos que aquellos que se sienten agradecidos con Dios por lo que han recibido.
Estos casos nos presentan el peligro que entraña el ver a Dios como un simple medio para poder lograr o alcanzar algo.
Éste tipo de comportamientos se suele dar en personas que tienen poca experiencia y poco conocimiento sobre quién es Dios. Por eso es muy importante conocer al Dios que se ha revelado en las Sagrada Escritura.
Pues bien, qué podemos decir: ¿quiere Dios que hagamos este tipo de oración, quiere Dios que le pidamos?
Según las enseñanzas de Nuestro Señor Jesús, el ser humano puede pedir, debe pedir, y es alentado expresamente a hacerlo. En Mateo 7,7s. Nos dice que si nosotros siendo malos sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, cuanto más el Padre del cielo dará lo bueno a los que se lo pidan. A través de este argumento a fortiori, Jesús nos enseña que Dios es bueno aunque nosotros seamos malos y quiere, a pesar de nuestra maldad, que lo bueno nos pase. Con uso de este argumento, Jesús, está queriendo así enfatizar una verdad LA BONDAD DE DIOS. (Mt 5,45).
Ahora, Jesús sabe si aquel a quien le confirió su favor se convertirá o no. Y no anda diciendo: “para que te devolveré la salud si luego vas a malgastar tu vida”. Jesús enseña que Él es bueno aunque tú y yo, seas malo.
Este pasaje sobre el pedir, está dentro del discurso evangélico y viene hacer como la conclusión del pasaje sobre la providencia en donde nos dice: que “nos debemos ir preocupados por la vida”. Por lo tanto el hombre puede pedir, debe pedir, y es alentado expresamente por Jesucristo a hacerlo .
Encontramos también esta catequesis de Jesús en Juan 14,13.14. 15,7.16. 16,23.24.26. En donde siete veces nos repite y alienta a los mismo, pedir con confianza a Dios en su Nombre.
Ahora, ¿por qué a veces no recibimos cuando pedimos? Voy a ensayar cuatro respuestas:
La primera de (Santiago 4,3) pedimos mal. La segunda (Romanos 8,26) es porque no sabemos pedir como conviene. La razón por la que pedimos mal es porque no pedimos en orden a su voluntad. El contenido de lo que debemos pedir a Dios, según su voluntad está en las 7 peticiones del Padre Nuestro.
La tercera razón es (Mt 17,19-20) porque nos falta fe. La cuarta razón es (Mr 11,25) porque no hemos perdonado y no estamos reconciliados con Dios. Dios escucha la oración que cumple su voluntad (Juan 9,31).
Y la cuarta razón es (Mt 20,15) la soberanía de Dios. La voluntad de Dios puede ser querer o no, aquello que le pedimos. El es Señor y Soberano nuestro y puede hacer con nosotros su Santa y bendita voluntad. Y ante nuestra necesidad debemos siempre pedir que se haga la voluntad de Dios. Lo que implica que la tratemos de entender en medio de lo que nos pasa. (Rm 8,28).
Dios no está obligado a responder a todo y del modo como nosotros lo esperamos, de ahí la desilusión de los de Emaus porque Jesús no satisfizo sus expectativas. A veces su respuesta puede ser un no, como le sucedió a Pablo hombre de fe muy grande. (2 Corintios 12,7).
Por eso Jesús nos recuerda que el objetivo no es ese algo que necesitamos sino principalmente hacer la voluntad de Dios. Es así que reza en Getsemaní “No se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tú”. Por eso en Mateo 6,33. Nos enseña un orden de interés: primero busca el Reino de Dios; comprendido cómo buscar a aquel que lo instaura y lo enseña, Jesús mismo. Segundo, práctica su justicia, comprendido cómo vivir según el evangelio. Y tercero, después que cumplamos lo primero y segundo, todo aquello que de Dios esperamos se nos dará por añadidura, es decir como un añadido, como resultado de las otras dos cosas que primero debemos cumplir.
Jesús nos muestra qué hay cosas primeras y otras segundas, y que como Señor y Soberano nuestro él Dispone todo para nuestro bien. Así como nosotros esperamos algo de Dios, Dios también espera algo de nosotros y mientras nosotros nos demoremos en responder Dios se demorará en contestar.
Pues bien, he aquí la razón por la que a veces dudamos si somos escuchados o no, el problema no está en plantear si es que Dios nos escucha, siempre lo hace, o como dice el salmista “el que plantó la oreja, ¿no va a oír” (Salmo 94,9). El problema está en que no hemos recibido como lo esperábamos.
Entonces sí, es verdad, que Dios siempre nos escucha, pero puede ser que su respuesta no sea lo que esperábamos, cuando eso sucede Dios está mostrando su soberanía y ese silencio suyo es en sí mismo, ya, una repuesta a la que debemos saber leer desde la fe.
Por eso orar es un acto de fe, como dirá el Espíritu Santo: “Sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca Dios ha de querer que existe y que recompensa a los que le buscan”. (Hebreos 11,6).
Dudar sobre si hemos sido escuchados, porque Dios no nos ha dado lo que él esperábamos, evidencia en cierto sentido una falta de sumisión de nuestra parte al divino poder y la soberanía de Dios.
Si usted está dudando, combata esa duda con abundancia de alabanzas a Dios. Preocúpese en vez de ser escuchado, en escuchar, en escucharlo más a él.
Finalmente le invito a leer Lucas 18, 1-8. Allí Jesús le enseñará sobre la perseverancia en la oración.
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